lunes, 28 de febrero de 2011

Pesadilla

Despierto.

Siento que alguien me abraza con fuerza. Es como si quisieran salvarme de algo. Tengo la sensación de miedo, siento las lágrimas de mis ojos correr, mientras un llanto ahogado se asoma en mi garganta. Los brazos que me cubren son gentiles y suaves, pero no evita que escuche un sonido agudo, fuerte, doloroso. Mis oídos sangran, el llanto escapa de mi cuello, atravesándolo, sin salir por mi boca. Siento que me quedo sin aire, mientras el gentil abrazo aún intenta reconfortarme sin poder hacerlo. Mi brazo se estira por sí solo, como si quisiera alcanzar algo. Intento contraerlo, pero no puedo, es como si la Un hilo fino empieza a circular alrededor de mi extremidad extendida, primero acariciando la piel, pero luego volviéndose más violenta. Empieza a ahorcar mis venas, a cortar mi piel, a desgarrar los músculos, haciendo caer la sangre en el vacío en el que me sostengo, mientras aquella cariñosa caricia sigue intentando confortarme sin fruto alguno más que mi miedo incontrolable, mis ganas de escapar, el dolor.

Lloro.

Imágenes corren frente a mí. Una familia tranquila. Felicidad, calma, placidez. Sonrisas se reparten entre los rostros presentes, como si nada pasara. El silbido vuelve, borrando las sonrisas. Entonces el agudo pitido se va poniendo más grave y más grave, hasta que se acaba. Corren entonces imágenes de peleas, de discusiones. Una mujer llorando, abrazándose a sí misma. Dos hombres discutiendo con furia y enojo. Unas gotas de un líquido carmesí reventando en el suelo, lentamente, como si el tiempo estuviese congelándose. Gritos desesperados que claman ayuda. Muerte, aceros fríos, un arma humeante. Constantes preguntas de si se ha hecho lo correcto o no.

Siento unos brazos alcanzando mi cuerpo, y rodeándolo con delicadeza. Cierro los ojos tratando de mantener la compostura, pero no puedo. Mi corazón palpita con fuerza, tanto que sale de mi pecho. Mi piel se sigue abriendo, desde el pecho hacia fuera. Mis vísceras arden como si el infierno hubiese emergido desde dentro de mí. Grito con todas mis fuerzas, sin ser escuchado por nadie, a pesar de ver cientos de rostros rondando por el vacío en el que estoy. Una cinta roja rodea mi cara, me envuelve, sin dejarme ver, sin dejarme oír, sin dejarme respirar. Sin dejarme gritar.

Grito.

Debajo de mis ojos me veo a mí mismo, desnudo, abrazando mis piernas. Una mujer me abraza por detrás, cantando una canción de cuna. Me arrulla, me consuela. Mi cabeza empieza a doler, siento la presión de la cinta, tal como si estuviese siendo estirada por dos extremos, estrujando mis sesos. Mi cabeza revienta, dejando salir mis pensamientos, mis ideas y mis proyectos. Una nube negra se expande por el vacío, dibujando una efigie de mí, llorando. La mujer me envuelve con ternura, sonriendo, como si nada malo pasara. Me siento mal, siento ganas de vomitar, siento dolor, tristeza. Mi corazón no está, mi cabeza ha perdido todo. He perdido todo.

Lloro.

Aún intentando consolarme, aún que haya perdido ya todo motivo. Trato de levantarme, pero no puedo. Mi cuerpo está congelado en la misma posición. No puedo ver, quiero gritar pero mi cuello está destruido. Trato de alcanzar la salvación, pero mi brazo está cortado. He perdido todo.

Los brazos de la mujer que me rodeaban empiezan a comprimirme. Siento dolor, pero pierdo las ganas de llorar. Ya no hay nada que hacer. Justo antes de perder el conocimiento, espinas atraviesan mis vestigios.

Despierto.

No hay comentarios: