miércoles, 9 de febrero de 2011

La Voz

Esta historia es, por decirlo de cierta manera, mi "caballito de batalla". Es la que le dio el nombre al Blog, y no importa los años que pase, lo sigo encontrando algo de lo mejor de lo mío.
Sin más preámbulos...
_________________________________________

- Bien, ahora nos dirás cómo fue que atacaste a esa mujer, el por qué, todo.
- No sé que decirle, señor. No recuerdo cómo fue.
- ¿Acaso no recuerdas nada?
- No, nada. Ni siquiera sé si fue algo... voluntario.
- ¿Qué quieres decir con eso?
- Que yo no quise matarla, pero... pero algo me indujo a hacerlo, o alguien.
- ¿O sea que alguien te manejaba?
- Bueno... más o menos... No sé como explicarlo. Alguien me hablaba.
- ¿Quién te hablaba, chico?
- No sé quién fue. La voz venía, simplemente.
- ¿Nadie más la escuchó?
- No creo. Nadie escucha lo que yo.
- Me rindo. Este tipo no va a confesar.
- Claro que lo hará, aunque costará un poco...
- Mira, Carlos... Yo, siendo agresivo no le saco nada. Le he sacado información hasta a los terroristas y a este no, y no creo que tú puedas.
- Entonces déjame solo.

El policía agresivo se va, enojadísimo por el criminal esquizoide que le había tocado. Carlos se quedó, intentando ver si podía hacerlo hablar. Él era más perseverante que su compañero de trabajo.
- Bien chico...
- Gerardo, por favor.
- ...Gerardo. - Dijo Carlos - Déjame ver. Entonces... ¿Tú estabas...?
- Bueno... - Gerardo comienza a narrar.- Yo estaba caminando, volviendo a casa. Había ido a comprar cosas para mi departamento. Me distraje viendo... bueno, lo que siempre me distrae.
- ¿Qué cosas? - Preguntó el policía.
- ... Traseros de mujeres... - Dice el joven, ruborizado - Pero no viene al caso. Estaba... bueno, haciendo eso, cuando de pronto oigo algo. No le dí importancia primero.
- ¿Qué oías?
- Un pitido. Primero era algo común, así como siempre le pasa uno al escuchar algo muy fuerte por mucho tiempo. Pero luego el pitido empieza a aumentar de volumen. Se empieza a volver insoportable. Cada vez más fuerte. Puedo jurar que me llegó a sangrar los oídos. El dolor era realmente insoportable. Me tapé los oídos. Caí al suelo, de rodillas. El pitido cesó, de repente, sin aviso alguno. Me levanté rápidamente, esperando que no haya hecho el ridículo. Había gente que me había mirado, pero luego de verme levantarme, se despreocupó del asunto y siguieron sus respectivos caminos. Me levanté. Me masajeé las sienes y seguí en mi camino. Me senté en el paradero, tranquilamente. Me puse los audífonos y puse mi Playlist favorito.
- ¿Qué música? - Pregunta el policía.
- ¿Importa? - Cuestiona Gerardo.
- Para mí, sí.
- Está bien. El playlist constaba de canciones de Pantera, Sepultura, cosas así. ¿Contento?
- Ahora sí. Prosigue con tu historia.
- Bueno, puse el asunto en el Ipod y me senté esperando el bus. De repente oigo una voz.
- ¿Cómo era aquella voz?
- Era extraña. Grave. Muy, muy grave. Era fuerte, pero luego cambió. Empezó a ser carraspienta, afónica. Así iba cambiando de vez en cuando. No lograba escuchar ninguna canción. Mientras más subía el volumen, más fuerte se ponía aquella voz, ordenándome que parara la música.
- ¿Le hiciste caso?
- Al comienzo no. Pero luego el pitido volvió. Esta vez sí que los oídos me sangraron. Sentí el fluido recorriendo mi mejilla, llegando al cuello. Me saqué rápidamente los audífonos. Los audífonos estaban húmedos. Luego la voz volvió. "Intenta hacerme caso." Me dijo. "Yo no soy el que controla el pitido.". Me pregunté para mis adentros quién sería. "Después sabrás quién soy." Me dijo. No sé porqué me pareció que me leyó el pensamiento, si es que no estaba dentro de él.
- ¿Cómo es eso?
- Yo observé para todos lados. No había nadie. "No me encontrarás." Escuché. "No soy alguien que puedes observar como a una persona. Sólo puedes escucharme. Dime algo, ¿Eres feliz?"
- ¿Qué le respondiste?
- Le dije que sí. Lo pensé, más bien. Creo que esa era la forma de comunicarme con él. "Vamos, no me mientas. Ese salario de mierda, la zorra que tuviste por polola, la carrera de Arquitectura que pasarás sin oferta de trabajo. ¿Eres feliz?". Me ví obligado a decirle que no.
- ¿Piensas eso en realidad?
- La verdad, sí. Mi vida es una reverenda mierda... Disculpe la palabra.
- No importa. Prosigue.
- La voz me hizo reflexionar sobre mi vida. Mi ex me había engañado 3 veces... a la vez. La última vez que vi a mi gato fue destripado en la acera. Estoy por terminar Arquitectura. Soy el mejor de mi clase, pero nadie parece estar interesado en mí. Dudo obtener una oferta de trabajo. Actualmente trabajo en un supermercado de abastecedor. Me pagan muy mal. Apenas me alcanza para la renta y para alimentarme. Mis únicas posesiones realmente caras son mi Ipod y mi computadora. La computadora todavía la estoy pagando y el Ipod me lo regaló mi hermano. Tengo otras historias trágicas, pero ya sería por alargar la historia.
- Está bien. Sigue.
- La voz me dijo "Muy triste tu vida. ¿Y no tienes nada para hacerla un poco más... digamos... interesante?. Me pregunté a qué se refería. "Hacer algo más adrenalínico. Algo más divertido. Algo para desquitarte." "Me basta con la música, gracias." Pensé. "Con tu música agresiva te desquitas por un momento. Con lo que te propongo te desquitas por siempre. ¿Sabes dónde está tu ex?" Me pregunté para qué. "Aprovechando que siempre llevas ese cuchillo en tu cinturón... mira, ahí está la zorra- Digo, tu ex. Ahora levántate. Cruza la calle. No te preocupes por los autos. Los conductores serán prudentes, aunque te tocarán la bocina de todos modos. Eso es. Acércate a ella. Desenfunda el cuchillo. Tócale el hombro. Ahora que están frente a frente..."
- ¿Qué pasó?
- Desde que le pregunté qué cuchillo, mi vista se nubló. Sólo recuerdo sensaciones y la voz... Sentí un fluido recorriendo mi mano, humedeciendo mi camisa, chapoteando en el suelo. Un grito ahogado, cada vez más débil. Una respiración acelerada, cada vez más tenue. Gritos estridentes y molestos.
- Bravo. Bravo. Narraste muy bien, chico. Pero estando aquí... No parece muy correcto. Sólo estabas desahogándote.
- No... no me hables.
- Vamos, ambos sabemos que no mereces estar aquí. Tu desgracia debería estar aquí. Dios debería estar aquí. Ha hecho muy mal su trabajo.
- Cállate.
- No me callarás. Sabes que soy tu única salida de un manicomio. Harás lo que yo diga.
- No... no ahora... no aquí...

El policía no entendía qué pasaba. Vio al chico discutiendo consigo mismo. Luego el chico se agachó, debajo de la mesa. Se levantó del asiento, pero cuando quiso sacar su pistola, no la encontró en su cinto. Se había descuidado. Lo último que vio, fue la mirada del chico. No le había visto a los ojos en todo el interrogatorio, pero cuando los vio, deseó estar ciego. Luego un fuerte sonido invadió sus oídos. Sintió el torrente fluir de su estómago. Lentamente su deseo se había hecho una realidad, pero aún así terminó por ver esos ojos, aún peor, podría haber jurado que había visto a aquella voz, exteriorizándose libremente, sin ni una pizca de vergüenza por el crimen que había hecho cometer al joven. Luego su vista se tiñó de rojo, no pudo ver nada más. Lo último que vio en esos pequeños segundos fue la locura misma.

Hay ocasiones en que tu mente empieza a divagar. Empiezas a pensar tu vida, reflexionarla, digerirla. Hay personas que se dan cuenta de la realidad y descubren lo pésima que es, o lo buena, dependiendo de la persona. Hay ocasiones que tu mente empieza a hablarte, como si fuera un ente separado. Hay ocasiones que te ayuda, otras que, a veces, te mandan a cometer verdaderas locuras. El primer indicio, una vocecilla. Cada vez más fuerte, hasta que terminas con un cuchillo en la mano.

No hay comentarios: